Esta Navidad he vuelto a montar el árbol después de varios años de sequía abetística. Es que me da mucha pereza luego desmontarlo y claro, tampoco es cuestión de plantarte en mitad de agosto con el arbolito en medio del salón. Pero ahora que lo veo puesto, con sus adornos y lucecitas, me alegro mucho por el esfuerzo realizado. Me ayudó mi sobrina, aunque ella vaya difamándome por ahí, diciendo que sólo le dejé poner una bola. No es cierto, puso dos.
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