Aunque he de reconocer que soy más de instruirme culinariamente con libros de recetas, siento fascinación por los gurús de la cocina que dominan a la perfección el arte de la comunicación y, con todo merecimiento, acaban convirtiéndose en fenómenos mediáticos con millones de seguidores en todo el mundo.
Jamie Oliver sería, para entendernos, el Carlos Arguiñano del Reino Unido. O sea, un guiri metido entre fogones, cámaras y todo el merchandising que mueven estos chefs televisivos.
No son, ni de lejos, los cocineros más reputados ni galardonados del gremio, pero controlan como nadie los medios de comunicación, y, lo que es más importante, gracias a su creatividad, cocina práctica y sencilla, así como el entusiasmo que transmiten, logran que mucha gente se aficione y se lance a cocinar.
Creo que no seré la única a la que Jamie Oliver le parece un cocinero un poco caótico, destartalado, como un elefante en una cacharrería. Pero no dudo que incluso ésto no sea una pose un tanto estudiada y la fuerce sabiendo que le da un toque de originalidad y que además causa mucha gracia.
Si Arguiñano os parecía el rey de la tele, aquí os presento una pequeña muestra de todo el poder mediático que maneja nuestro prota de hoy...
...Programas de televisión
...Libros (éste es mi favorito)
... web personal (pincha aquí)

...Perfil en las principales redes sociales

... Y todo tipo de productos con su marca personal
Yo acabo de poner en práctica una de sus recetas más atrevidas:
la Mermelada de Guindillas (Chilli chutney)
Y ¡este es el resultado!